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ROGER EN LA CULTURA/ Legado

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Por Roger Hershberger, filántropo y creador del Programa de lectura compartida Padres e hijos
Nuestros hijos son la tierra fértil en la que podemos sembrar el mejor de los frutos. Por ello podemos plantar la semilla del hermoso hábito de la lectura, mano con mano, mente con mente, corazón con corazón, alma con alma….
Abonemos así, a diario, durante su proceso, lo que en lo futuro se convertirá en un vergel de posibilidades infinitas que dará frutos con un delicioso néctar: vida plena, unión familiar, individuos sanos de mente y cuerpo, seres decididos y preparados para afrontar y triunfar ante los embates y en las bondades de la vida. A ellos, a través de la lectura, brindémosles la herramienta más precisa: la cultura.
Con los cuentos y fábulas los padres tendrán la oportunidad de leer, comentar, interactuar y recrear la narración de las diferentes historias que se presentan, lo que propiciará la oportunidad de conocer así los sentimientos y la forma de pensar de sus hijos.
Esto al generar el efecto espejo, en donde el niño se desinhibe e identifica con alguno de los personajes o situaciones, lo que abre un canal de comunicación en su propio idioma, lo que le permite a los padres entrar en lo más profundo de su forma de ser.
Los niños reaccionan de diferentes maneras ante cada una de las historias y esto permitirá captar las emociones de sus hijos para ser cómplices y amigos al mismo tiempo.
A partir de la práctica cotidiana de leer cuentos, pondremos un gran pedacito de nuestro valioso tiempo y los llevaremos a dormir a través de un espacio compartido que contiene lo más hermoso de nosotros mismos: nuestro amor, dedicación, tiempo…
A través de un espacio de lectura aprenderemos a escucharlos, entenderlos, romperemos el gran hielo de las edades, de las distancias, de los tiempos inexistentes con los que excusamos nuestra ausencia en el transcurso del día, los que limitan la convivencia de familia.
El hábito de la lectura se reflejará en el corto, mediano y largo plazo en nuevos lectores, mejores estudiantes, en seres que tengan un compromiso con la vida y con sus semejantes, en nuevas personas que aporten elementos útiles y tangibles a una sociedad que cada día exige hombres y mujeres mejor preparados y con una visión diferente. Con esto, conjuraremos que los procesos de aprendizaje se perciban como caminos difíciles y tediosos donde se puede fracasar.
Debemos revalorar la cantidad y calidad de tiempo que entregamos a nuestros hijos y esto se maximiza con las metas compartidas de aprendizaje.
Como padres, tenemos la obligación y la capacidad de motivar y de formar personas con valores. Esto implica fomentar un hogar con nuevos lectores, con estudiantes motivados.
Para ello, otorgaremos el lugar que le corresponde al libro impreso como un invaluable patrimonio heredado de nuestros ancestros, que a su vez tendremos la obligación moral de transmitirlo como un legado espiritual a las generaciones venideras, para que así trascendamos unidos y aportemos lo más valioso de la humanidad al pasar del tiempo, de los años, de los siglos…

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